Luce como cualquier japonés: mediana estatura, contextura delgada, cabello negro y piel blanca; y si no es porque se llama Gonzalo Robledo Rubio, y no Hiroshi o Yuta -dos de los nombres más comunes entre los japoneses- cualquiera diría que este periodista risaraldense, escritor, productor y pionero en haberle llevado noticias de Japón a Hispanoamérica, es un asiático más.
Gonzalo es el fundador y socio de Pace, una compañía de producción basada en el país nipón, gracias a la cual ha escrito, dirigido y producido reportajes, documentales y programas para Estados Unidos, Japón, España y Francia. Entre sus clientes se cuentan RTVE Televisión Española, Telemadrid, Canal Cuatro, NHK, Fuji TV, Univisión y destacadas revistas culturales. Adicionalmente, escribe para los periódicos El País (España) y El Espectador (Colombia).

Nació hace 58 años en la ciudad de Pereira, y pese a los augurios, no se convirtió en médico como su padre, sino que se matriculó en las carreras de Artes y de Publicidad de las universidades Nacional y Jorge Tadeo Lozano, respectivamente. Desde niño, era un aficionado al dibujo y a las artes visuales y, sin saberlo, también cultivaba su habilidad como periodista cuando le escribía cartas a su madre relatándole hasta los más mínimos percances caseros. Y es que cuando Gonzalo escribe un artículo, piensa en que una persona como su madre lo pueda leer, por ello aparte del buen sentido del humor que le imprime a sus crónicas, las redacta en un lenguaje sencillo y coloquial para que la gente del común, la que no tiene mayor información del Japón, pero que tiene un agudo interés por aprender, pueda disfrutarlas. Como él mismo lo expresa: «un buen periodista es un defensor del lector», y aunque no estudió periodismo, siempre supo que su curiosidad innata y el ser un buen interrogador, le brindaban un talento especial para convencer a la gente a través de sus escritos.
Gonzalo lleva más de la mitad de su vida viviendo en Japón a donde llegó enamorado de una japonesa que conoció en España, cuando él adelantaba sus estudios en Arte Gráfico y ella en Periodismo. Después vivió un año en Italia donde se matriculó en una escuela de teatro mientras pasaba las pruebas -que no pasó- para estudiar Dirección de Cine. No haber sido aceptado fue de cierta forma un halago, ya que según le contaron, ese año no buscaban «al nuevo Fellini, Bertolucci, ni Antonioni» sino a un director de cine pedagógico. Luego de Roma se mudó a Londres donde nació su primera y única hija, y donde a raíz de una visita de sus suegros decidió venir a Japón por un mes como turista. Lejos estaba Gonzalo de imaginar que ese mes como turista se convertiría en más de tres décadas.
Poco después de su arribo a Japón, y sin noción de la lengua, empezó a hacer sus primeras entrevistas. Llegaba con un cuestionario en japonés aprendido de memoria, y grabadora en mano, iba asintiendo con la cabeza y diciendo «hai» (sí) a medida que su entrevistado hablaba. Una vez terminaba su «libreto» salía rápidamente de la escena para evitar que se dieran cuenta que no hablaba el idioma, y después pedía ayuda con la traducción de la grabación. Paralelamente, empezó a trabajar como maestro en un colegio de secundaria, cuyos alumnos tenían el castellano como segunda lengua. Su trabajo consistía en ayudarlos a mantener activo el idioma y fueron, justamente estos estudiantes, los que a través de conversatorios que Gonzalo disfrazaba de tareas, lo ayudaron a entender la cultura y a prepararse para las entrevistas que realizaba. Ya en el 2013 los productores de History Chanel Japan le exigieron narrar en japonés el documental «De Ise Jingu a la Sagrada Familia», sobre el dibujante de manga Takehiko Inoue y su admiración por Gaudí, siendo ese su extenuante debut como locutor en el idioma.

Su historial como periodista y documentalista es extraordinario. En 1989 debutó frente a la cámara para los noticieros de RTVE Televisión Española con la noticia de la muerte del emperador Hirohito, el último de los líderes de la Segunda Guerra Mundial. En 1995 produjo una serie de reportajes para RTVE sobre el devastador terremoto de Kobe. Entre 2000 y 2005 cubrió el exilio en Japón del ex presidente peruano Alberto Fujimori, para lo cual produjo y dirigió el documental para RTVE «Esperando a Fujimori». En el 2009 presentó el documental «Del naufragio a la amistad», inspirado en el naufragio en las costas japonesas, en el siglo XVII, del galeón español San Francisco. En el 2011 produjo una serie de reportajes para RTVE sobre la triple tragedia del gran terremoto del Este de Japón, tsunami y explosión de la central de Fukushima; y en el 2015 cubrió el aniversario número setenta del final de la Segunda Guerra Mundial, con la producción de un documental para Russia Today Television y un reportaje para Radio Francia Internacional. Así mismo, Gonzalo recuerda con afecto su labor por diez años como corresponsal desde Tokio para la Agencia EFE, la cual considera su escuela de periodismo.
Si hay algo que admira Gonzalo de los japoneses, aparte de la cortesía y la disciplina, es el extraordinario manejo que le dan al tiempo. Es un convencido de que ese ha sido un determinante para que el país funcione. Considera que en Latinoamérica el reloj es visto como un factor de represión, y la puntualidad, como una virtud; y aunque sepamos que el tiempo es importante, nos duele asumirlo. Para los nipones, la puntualidad es algo normal que está presente en cada momento de sus vidas.
Del colombiano admira su educación, su ingenio, su calidez, la capacidad que tiene de reponerse a la tragedia y la consciencia de que tenemos habilidades pero también limitaciones. Según Gonzalo, ésto último nos permite permeabilizarnos con otras culturas; somos optimistas y los problemas que tenemos nos obligan a no quedarnos quietos. Justamente ese optimismo lo embarga cuando asegura que Colombia está en el mejor momento de su historia. Dicho por él mismo: «vamos al revés, cuando el mundo se está dividiendo, nosotros estamos buscamos la paz, y el hecho de que el país siga a flote a pesar de llevar 50 años en guerra, es la muestra del recurso humano que tenemos. Esta es la oportunidad de demostrar que somos un país con identidad nacional».

Gonzalo no sabe si algún día regresará a Colombia, y aunque tiene una fuerte conexión con el país a través de su madre y de su hermano, se proyecta en Japón donde viven su hija y su nieta, y donde ha consolidado su carrera. Con un tremendo pragmatismo, afirma que en el país asiático es más útil que en Colombia; finalmente, gracias a su trabajo, Japón es más asequible para los hispanohablantes. Y a diferencia de muchos colombianos que sueñan con retirarse en Colombia, cerca del mar, él piensa que eso lo podría hacer en cualquier país y que más bien volvería a su patria a devolver lo que ha aprendido, haciendo algo útil por la comunidad. No echa en saco roto el sueño de producir un programa de televisión en Colombia con enfoque educativo que le permita a la gente identificar lo que tiene. Considera que la calidad técnica de la televisión colombiana es muy buena, pero debido a nuestra realidad, la tragedia está a la orden del día y eso se refleja en los programas de entretenimiento, en los dramas y en los intimidantes noticieros.
Para él hay dos factores decisivos para amoldarse a una nueva cultura: aprender el idioma y sentir gusto por la comida local. Y es que ambas cosas son vitales en su vida, quizá la segunda más que la primera. Gonzalo domina el inglés, el italiano y por supuesto el japonés, hecho que valoran mucho los nipones. Como él mismo lo dice: «hablar el idioma es una declaración de amor», además de que le permite integrarse a la sociedad y sumergirse en la cultura. Por otro lado, es un aficionado a la culinaria y amante de la buena mesa. Disfruta enormemente la variedad y los sabores de la cocina japonesa, siendo sus platos favoritos el sushi y el tonkatsu (un apanado de chuleta de cerdo). Para Gonzalo la comida es un aspecto tan fundamental, que descartaría vivir en un lugar cuya gastronomía no sea de su agrado. Es por ello que hasta ahora, varios años después, entiende la preocupación de su madre cuando él le presentó a la japonesa de la que estaba enamorado y ella sólo le hizo una pregunta: «¿y a usted si le gusta la comida de ese país?».
Cuesta imaginar que detrás de este hombre sencillo, jovial y de envidiable apariencia juvenil, se encuentra un veterano maestro de las comunicaciones que por décadas ha sido el periodista que más se ha destacado por mostrarle al mundo hispanohablante el enigmático Japón. Robledo es un colombiano excepcional que deja muy en alto el nombre de su patria, hecho que, sumado a que trabaja y se destaca en lo que más le gusta hacer, lo convierte en una persona afortunada; sin embargo, confiesa que la culinaria es su gran pasión, tanto así, que cuando está con su esposa en la calle y ella quiere comprar flores, él prefiere comprar perejil. 🌸
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