El viaje más triste

Contrario al placer que me producen los viajes, este será el más triste. Uno para despedir a un cuerpo viejo y enfermo cuyo corazón se cansó de latir. Estoy viajando para enterrar a mi padre.

Escribo por la necesidad de inmortalizar a papá y así, presentarle a mis hijos a ese abuelo de cabeza cana y espíritu joven que muy poco conocieron. Probablemente, en algún tiempo más, recordaré un sin número de cosas que faltaron por decir, y eso sucederá por la naturaleza de él: un caudal de conocimientos e historias que fue vencido en el ocaso de su vida por la maldita amnesia.

Papá era humilde y caritativo. Cuando entregaba un presente solía decir: “disculpe la poquedad”, cuando no había nadie más generoso que él. Era un hombre fiel a sus principios, leal sin pruebas, de una integridad absoluta y conservador en sus costumbres, hasta tal punto, de tener el mismo peinado y corte de pelo y la misma firma, desde que cumplió la mayoría de edad.

Me negaba a pensar que su vida se extinguía. Era un lector frenético. Cada libro, crucigrama o escrito que caía en sus manos era devorado por sus ojos castaños. Acepté que lo había empezado a perder cuando encontré empolvada y aún sin abrir, la obra completa de Isabel Allende que le había obsequiado tiempo atrás.

Le dio por morirse en octubre y esa fue su última paradoja. Nací ese mes y desde que lo recuerdo, he esperado con emoción la celebración de mi natalicio. Y así como en octubre las hojas otoñales de los árboles caen y crujen plácidamente bajo nuestros pies, así mismo cayó la vida de mi padre y nos estremeció a todos. Falleció después de una penosa enfermedad que injustamente lo martirizó por un año. Esa fue otra contradicción, un suplicio excesivo que un ser bondadoso no merecía.

Lo que sí merecía fue el amor que le profesamos. Yo le decía padre, él me llamaba madre; para los demás era Carlitos, seguramente por su candidez e indulgencia. No conozco un ser más jovial y positivo que él. Vivía una vida sencilla con plenitud y calma. Ayudaba sin distingos; era tan amigo del más humilde como del más ilustre; encontraba la belleza en lo que le rodeaba y amaba, amaba a todos. Esa fue su más grande paradoja. Lo mató su enorme corazón, tan noble y puro como deformado por la enfermedad.

Cada vez que me descubro sacando una bolsita que guardé por si acaso, o cuando me sobrepasa la curiosidad por conocerlo todo, o cuando me salta el corazón escuchando un tango, o cuando me sorprende la madrugada leyendo con avidez, o cuando lloro recordando ese viejo poema español, o cuando me veo tan diestra usando el taladro, o cuando soplo un frasco de la nevera para poderlo abrir, veo las cejas enmarañadas de papá de quien aprendí lo más importante: «la verdadera religión es la bondad».

Esta mañana un amigo me participaba el nacimiento de su hija, mientras yo lamentaba la pérdida de mi padre. El dolor del designio de la naturaleza esconde una dicha: haber sido la afortunada hija de un sabio, sí, su hija, y no su madre como él me llamaba y como en una fantasía hubiese querido ser para parirlo de nuevo.

Y justo ahora, cuando calma la tormenta de mis reclamos, entiendo el regalo que me estaba ofreciendo: un año para prepararme para su partida y la enseñanza de que debo seguir celebrando octubre, no solo por mi vida, sino por la del hombre que honró al universo con su existencia. 🌸

18 Comments

  1. Un gran hombre Don Carlos. Quienes lo conocimos nunca le olvidaremos. Fue uno de esos pocos héroes anonimos que encuentran la grandeza en la bondad y la humildad. Espero, cuando llegue el día, encontrarlo en la eternidad.

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  2. Paty esta historia tocó lo más profundo de mi corazón!. No sabes todas las emociones que me hacen sentir tus escritos. Me sentí muy feliz con la historia de tu perrito y ahora me siento absolutamente identificada con el amor y admiración que sientes por tu papá.
    Me alegra que tengas tantos recuerdos y que Octubre siga siendo un mes importante y feliz para ti.
    No se que día sea tu cumpleaños, pero aprovecho para felicitarte y desearte lo mejor!
    Un fuerte abrazo desde el pais que te hizo sacudir del movimiento y de la felicidad por ser mamá! Saludos!

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  3. Lamento mucho la partida de Carlitos, no te conozco y no tuve el placer de conocer a tu padre. Soy Sandra Gaitan hija de Fidel Gaitan Bohórquez un Nocaimero orgulloso de sus raíces como Lo fue tu padre, somo primos y está ha sido la forma en que debíamos conocernos.. te envío un fuerte abrazo desde la distancia. Y más sentido pésame.

    Sandra Gaitan

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  4. buenos dias, paz en la tumba de su padre, el amor que como hijos tenemos con ellos es la gratitud de la vida, del amor que nos profeso. de sus enseñanzas y de sus ejemplos de vida, esos son para siempre mas alla del sol.

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  5. Comadre personas cómo el son pocas más que un ser humano fué un ser de luz la vida me dió el honor de conocerle y poder servirle .
    Cada palabra que salía de su boca era una enseñanza el sembró en el mundo Amor, bondad y ejemplo .
    El resto por el lenguaje se manifestó siempre usted cómo parte de el lo comparte con todos siga adelante mostrando a el mundo que los colombianos somos gente de bien.
    Usted es un ejemplo tiene en sus venas el saber y entender que le cultivo ése gran Hombre.

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